Piré Pillán
La Leyenda

La Leyenda

Piré Pillán. Una leyenda Mapuche.

Hace mucho tiempo, entre los mapuches que vivían cerca de la Cordillera del Viento, al norte de Neuquén, hubo un cacique llamado Copahue. Cuentan que hizo muchas guerras, pero que su batalla más terrible la libró solo y por amor

Una tarde, Copahue volvía de Chile con sus hombres. Ya estaban bien entrados en el paso cuando el viento empezó a soplar más fuerte. En un rato más se convirtió en huracán: corría desatado, loco, por las quebradas (….) Cada hombre avanzaba como podía, hasta que un derrumbe los dispersó. Copahue, herido, ahora caminaba solo, buscando orientarse. De pronto vio en una altura un resplandor aislado, la curva de un toldo iluminado por el fuego. Hasta allí subió Copahue con dificultad…

  Sentada sobre las pantorrillas ante la hoguera, una mujer hermosa lo miraba entrar. Sin sorprenderse, le dijo:

-Podés entrar, Copahue, yo soy Pirepillán.

Pirepillán curó al cacique, le convidó miel de shiumén y después, (…) le vaticinó:

– (…) sin duda llegarás a ser el más poderoso de los mapuches, pero eso mismo te costará la vida.

Entonces Pirepillán levantó el cuero y Copahue se fue, confundido, pensando en la gloria que llegaría, sin saber que se había enamorado de la hija de la montaña, el hada de la nieve

Poco tiempo después Copahue fue, efectivamente, el cacique más rico y poderoso. Pero Copahue, sobre todo después de las batallas, extrañaba a Pirepillán, que no era como ninguna de las mujeres que había querido. Y su recuerdo estaba siempre allí…

Un día oyó contar a un mapuche del norte que el hada de la nieve estaba presa en la cumbre del volcán Domuyo, se decía que un tigre feroz y un monstruoso cóndor de dos cabezas no dejaban que nadie se le acercara. Con todo el entusiasmo que da el amor, se apuró a preparar la expedición. Todos los machis (hechiceros) desaprobaron la empresa (..) Copahue se despidió de sus hombres al pie del Domuyo y comenzó a subir solo…… y aguantó los derrumbes aferrado como  podía a las rocas cubiertas de hielo. Entonces vio el soñado resplandor brotando de una  grieta. Un puma colorado, enorme y  furioso, se le abalanzó. Pero Copahue era rápido, y de un golpe tremendo de su lanza mandó al animal montaña abajo.

-Por fin llegaste, Copahue- dijo Pirepillán tendiéndole la mano.

Copahue  se agachó para abrazarla, pero un cóndor arremetió contra ellos. Entonces Copahue levantó su pequeño cuchillo y de dos blandazos cercenó la cabeza del pájaro, que suavemente cayó muerto a sus pies. 

Ahora sí se abrazaron Copahue y Pirepillán, y comenzaron a bajar juntos el volcán. (…) Copahue condujo a Pirepillán con su gente y vivieron muchos años como marido y mujer. Pero su pueblo nunca aceptó a la extranjera, nunca quiso a la hija de la montaña, la que se había llevado a Copahue más allá de la Cordillera del Viento y lo había devuelto sin deseos de gloria, sin ánimos de guerra… 

Y cuando los de Chillimapu los derrotaron y mataron a Copahue en una batalla, el odio contra Pirepillán se desató. Una noche la fueron a buscar hasta su toldo, siempre nimbado de esa luz inexplicable. Se la llevaron a los golpes, insultada, en medio del griterío y el humo de las hogueras, hasta el extremo del valle. Condenada a morir, mirando con horror las lanzas que pronto arremeterían contra ella, Pirepillán llamó con todas sus fuerzas al muerto que una vez la había salvado: 

– ¡Copaaaahueeeeee! ¡Copaaaaa-hueeee! 

El grito pareció enfurecer todavía más a los mapuches, que se apuraron a derribarla e hicieron brotar la sangre transparente del hada de la nieve. Y en el lugar de su muerte, al pie de la montaña, siguió corriendo para siempre su cuerpo deshecho en agua sanadora.